RECUERDO SUCINTO DEL PROCESO MNÉSICO BÁSICO: ESTAMOS SIEMPRE A TIEMPO PARA RECORDARLO MEJOR.
Una vez que
hemos conocido cuál es el
proceso básico por el cual la
información exterior (
exterocepción, a través de los sentidos o información sensorial) y la
interior (de nuestro cuerpo, o
interocepción) es almacenada y
recuperada, vamos a hablar de
qué diferentes tipos de memoria existen y cuáles son las zonas cerebrales reconocidas en su función y desarrollo.
Recordemos que en el
proceso mnésico básico existen varias fases:
- Codificación:
- sensorial mono (visual, por ejemplo) y multimodal (visual y auditivo, por ejemplo), por áreas sensoriales primarias y secundarias; y
- emocional, por la amígdala.
- Almacenamiento: por el hipocampo, quien atribuye también el contexto y se implica en el condicionamiento clásico junto a la amígdala, como veremos.
- Consolidación: se puede considerar al paso de la memoria a corto plazo a permanente o largo plazo e implica una fijación más estable en áreas parahipocampales (perirrinal, entorrinal -importante en el Alzheimer-, y parahipocampal) y corticales de asociación (temporal posterior, parietal inferior y occipital). A nivel celular, adquiere gran importancia la síntesis de proteínas, por verse alterada en una fase precoz ante fármacos que inhiben este proceso en roedores de laboratorio.
- Recuperación: desde el hipocampo y hacia la memoria de trabajo, que después veremos, a cargo de estructuras frontales.
- Reconsolidación: un proceso que hoy conocemos como muy dinámico gracias a las recientes investigaciones del Dr. Karin Nader, quien ha descubierto que tras “desempaquetar” la memoria a largo plazo en el proceso de recuperarla para luego volver a reconsolidarla (es decir, volver a fijarla para el largo plazo), realmente se hace lábil y puede modificarse. De tal forma, que siempre estamos creando un nuevo recuerdo “nuevo” para el viejo recuerdo que acabamos de recordar y recuperar, antes de volver a reconsolidarlo. Esto tiene unas implicaciones llenas de oportunidades para reconsiderar los aspectos negativos y traumáticos de nuestro pasado, como comentábamos en la entrada previa (véase abajo el link).
DIFERENTES MEMORIAS, DIFERENTES LUGARES: CLASIFICACIÓN DE ATKINSON-SHIFFRIN.
Vamos a utilizar la
clasificación modal clásica de Atkinson y Shiffrin de la memoria, propuesta en
1968 (con algunas
matizaciones interesantes más modernas), que sigue un
doble criterio:
- Criterio temporal: en función del tiempo que se mantiene almacenada en nuestra memoria esa información. Así podemos diferenciar entre: memoria inmediata (=sensorial), memoria a corto plazo (muy relacionada con la memoria de trabajo) y memoria a largo plazo o permanente. Algunos autores incluyen un tipo especial de memoria filogenética o generacional, que incluiría información pasada de unas generaciones a otras a través de los instintos y reflejos.
- Criterio funcional: según el grado de consciencia que tenemos a la hora de almacenar la información y de recuperarla a nuestra atención consciente (en el lóbulo prefrontal). Generalmente este criterio se aplica a la hora de subdividir la memoria a largo plazo, pero en sentido amplio puede considerarse en el resto de los tipos de memoria. Siguiendo este criterio funcional distinguiríamos entre:
- Memoria explícita o declarativa: con almacenamiento y recuperación de información de forma voluntaria y consciente, muy vinculada con la relación del hipocampo con el córtex prefrontal (área que queda delante del área motora, en ambos lóbulos frontales). Es una memoria “cognitiva”, mental y somos muy conscientes de lo que recordamos (recordar el QUÉ).
- Memoria implícita o no declarativa (o procedimental en sentido lato, aunque es un tipo subespecífico): con almacenamiento y aplicación de aprendizajes que no son voluntarios necesariamente, aunque puede iniciarse así, se almacena de forma inconsciente; mucho más relacionado con lo que “el cuerpo aprende” e incluso “decide”. Este tipo de memoria es más corporal y estará más vinculada con áreas con funciones motoras como el estriado (núcleos de sustancia gris, somas neuronales, entreverados entre la sustancia blanca de las regiones profundas de los lóbulos frontales, en el centro del cerebro) y el cerebelo (pequeño cerebro que se aloja en la fosa craneal posterior dentro del cráneo). De este tipo de información y aprendizajes memorizados somos mucho menos conscientes (recordar el CÓMO) e incluso puede influir en decisiones que tomamos sin darnos cuenta, como ocurrirá en el priming.
I. MEMORIA SENSORIAL o INMEDIATA (ms a escasos segundos): MUCHA INFORMACIÓN A FILTRAR Y CODIFICAR CON CARGA EMOCIONAL.
En primer lugar, tenemos la
memoria sensorial, la
memoria inmediata y del presente que se adquiere a través de las
vías sensoriales, sensaciones que recogen
nuestros sentidos.
Este tipo de memoria se puede
subdividir en tres tipos:
memoria ecoica o
auditiva,
icónica o
visual y
háptica o
táctil, relacionada con los tres tipos de memoria más relevantes en el día a día, coincidentes con las modalidades en
Programación NeuroLingüística o
PNL más relevantes (nuestros
canales de codificación de la realidad para constituir nuestro
mapa o representación de ella).
Aquí ya se produce una “
primera” categorización relevante, pues se produce la codificación de todo lo que recibimos en función de:
- El tipo de estímulo (codificación modal, por ejemplo visual), desde las áreas primarias sensoriales (monomodal), tras superar la estación de recepción inicial principal del tálamo (donde ya sufren una preclasificación antes de acceder a las regiones corticales). El tipo de información olfativa es la única que no atraviesa el tálamo (localizados, uno a cada lado, en el centro del cerebro, a ambos lados del III ventrículo en la línea media central). Esta clasificación por tipo de estímulo va a tener un correlato con los componentes de la memoria de trabajo, como veremos (agenda visuoespacial y bucle o lazo fonológico de la memoria de trabajo).
- Su significado y contexto (codificación multimodal, por ejemplo, al juntar la información auditiva y visual de un gato), implicando ya a estructuras corticales sensoriales secundarias o de asociación multimodal;
- Su carga emocional, a partir de la amígdala cerebral (alojada por delante de los hipocampos, una a cada lado, en la profundidad de la región anterior de los lóbulos temporales). Esta es una codificación altamente significativa, pues hay mucha menos probabilidad de recordar la información neutra sin carga emocional. La amígdala está especialmente implicada en la emoción del miedo, y en menor medida de la ira, por lo que será más recordado todo aquello que resulte amenazante para nuestra supervivencia. Este es el motivo por el que muchas veces recordamos más lo “negativo” que lo “positivo”, pues lo “negativo” es más importante para seguir vivos (aunque no para ser más felices).
Este tipo de memoria se caracteriza por tener una
duración muy breve, de
milisegundos o escasos segundos. Un porcentaje elevadísimo de la información captada será
desechada, ya que no todo nos resulta relevante en nuestra vida.
Se considera que hay dos momentos con trascendencia en la memoria inmediata:
- Primera etapa: se recuerda “toda” la visión, una gran cantidad de memoria pero muy corto tiempo, de 100-300 ms (podemos recordar “casi todo” inmediatamente después de haberlo percibido).
- Segunda etapa: se recuerda mucho de la información ya categorizada (durante 800 ms de media).
II. MEMORIA A CORTO PLAZO (10-20 SEGUNDOS): NUESTRO REGISTRO MÁS CONSCIENTE.
La mayor parte la información que reciben los sentidos va a ser
desechada por no presentar
ninguna trascendencia para nuestra vida, y solo aquella parte que es significativa, especialmente en su componente
emocional, será considerada en el siguiente estadio: la
memoria a corto plazo. Esta memoria tiene una duración ligeramente superior, de
unos 10 o 20 segundos, y va a estar muy condicionada por el grado de
atención consciente que le apliquemos a nuestra percepción o a la información entrante, así como al componente
emocional que siempre estará bajo el “control” fundamental del
sistema límbico, en concreto de la
amígdala.
En esta memoria a corto plazo, podemos integrar la llamada
memoria de trabajo, es decir, aquella que
además de almacenar datos, también incluye
operaciones mentales, en íntima conexión con
procesos cognitivos atencionales y motivacionales y por lo tanto muy dependiente del
lóbulo prefrontal, especialmente su
región dorsolateral (=
parte externa y superior de los lóbulos frontales) y en coordinación con otras estructuras como el
cíngulo (=región
interna de los mismos lóbulos, inmediatamente por
encima del cuerpo calloso, en línea media).
El
tipo de información también condiciona que se recuerde mejor o peor. Así, por ejemplo, es conocido que es
más fácil recordar palabras con el mismo o similar significado (
camino, sendero, ruta) que palabras que fonéticamente se parezcan o se escriban similar (
Ana, Ada, ama, ala, ata, hada), dado que es más fácil
confundirlas, lo que nos indica que el criterio que se sigue es el
lingüístico, de cómo se escribe o pronuncia, y no al semántico, de qué significan.
Sin embargo,
en listados largos de más de 10 palabras ocurre
lo contrario: es importante la
similitud semántica para recordarlas con más facilidad. Por otra parte, las
palabras largas son más difíciles de recordar que las cortas.
MEMORIA DE TRABAJO: NUESTRA GESTIÓN CONSCIENTE DE LA INFORMACIÓN DEL AHORA Y DEL PASADO.
Mientras la
memoria a corto plazo se refiere
únicamente al tipo de almacenamiento de corta duración (de escasos segundos hasta aproximadamente 20 segundos o escaso minutos, en sentido amplio), la
memoria de trabajo es un concepto que incluye una
elaborada gestión de esta información e integración por estructuras prefrontales que se relacionan con todas las funciones cerebrales superiores, como la comprensión, el lenguaje y el razonamiento. Una forma de “
ordenar tu mente” que lleva
un esfuerzo, un tiempo y una energía, dado que consume nuestra
atención y dedicación,
muy diferente a lo que veremos en la memoria implícita a largo plazo.
La
memoria de trabajo es un
modelo teórico y funcional creado por los psicólogos
Baddeley y Hitch, que permite explicar cómo el ser humano es
capaz de almacenar información durante periodos breves de tiempo y operar con ella, gestionándola e integrándola
con recuerdos más antiguos (traídos al consciente desde el hipocampo) y permitiendo ser conscientes de todo lo necesario para nuestro proceso del vivir, aprovechando todo ello para generar durante este proceso
nuevos aprendizajes y experiencias, que a su vez serán almacenadas siguiendo las preferencias
atencionales, emocionales y racionales que el sujeto tenga.
Es una memoria
limitada en tiempo (
segundos o escasos minutos) y
en capacidad, dado que se considera que solo somos capaces de almacenar
7 ítems de memoria (por ejemplo 7 palabras) durante ese tiempo, según estudios clásicos de
George Miller, aunque
con mucho entrenamiento es posible, gracias a la agrupación de dígitos o palabras,
alcanzar los 79 ítems, como se demostraría ya en los años 80. Esto es lo que se conoce como
técnica chunking, que requiere
muchas horas de entrenamiento, y consiste en
agrupar esos ítems para recordarlos mejor: “
chunk” es un “
trozo individual de información”.
Por ejemplo, es más fácil recordar 685 684 683 que 685684683 todo junto, como todos sabemos. De hecho, probablemente, todos recordemos nuestro número de DNI de una forma concreta, y si nos lo dicen de otra forma nos cueste identificarlo.
- El modelo Baddeley-Hich: reparto de atención y codificación de estímulos.
Este modelo se basa en la idea de que
existen varios componentes atencionales y
colectores de distinta información dentro de la
memoria de trabajo:
- por un lado, tenemos dos subsistemas, vinculados con distintos tipos de información y que relacionan con facilidad con componentes de la memoria sensorial o inmediata (ya valorada):
- uno para la información verbal, denominado bucle o lazo fonológico, reguladas anatómicamente por la corteza parietal posterior y el área de Broca del hemisferio izquierdo (áreas 40 y 44 de Broddman, una forma de clasificar toda la corteza funcional de los lóbulos cerebrales); y
- otro para la información visuoespacial (visual y concerniente al espacio), que recibe el nombre de agenda visuoespacial, más dependientes de corteza frontal y prefrontal, corteza occipital extraestriatal, temporal inferior y parietal del hemisferio derecho; y
- por otro, elementos de coordinación o interrelación:
- un ejecutivo central, como “núcleo” funcional coordinador principal, responsable de la dirección de nuestra atención y su subdivisión en distintas tareas (multitask); y
- un bucle episódico, que describieron sus autores con posterioridad a la propuesta inicial, en concreto en el 2010, y que podría considerarse o bien “nuevo” o bien una parte desgajada del ejecutivo central. En cualquier caso, se vincula con la interrelación entre la información visual y auditiva de los otros dos sistemas y dependería del ejecutivo central, máximo componente coordinador.
De esta manera,
el componente ejecutivo central asignará los recursos atencionales y seleccionará qué subsistema debe activarse en función de qué tipo de información sea necesario retener y mantener activa en la memoria.
Esta función ejecutiva y organizadora se asigna generalmente a la
región dorsolateral del lóbulo prefrontal junto con el cíngulo, dado que
conjuntamente seleccionan qué partes de nuestra atención consciente deben asignarse a cada tarea, decidiendo así “a qué estamos” dedicando nuestro
interés, atención y acciones.
Esta
función multitask (múltiples acciones al tiempo) es vital para poder
estar a varias cosas e ir cambiando nuestra atención en función de lo que va ocurriendo, lo que vamos pensando y lo que vamos recordando, pues está en permanente
interconexión con el hipocampo, donde se aloja la
gestión de la memoria a largo plazo, aunque su depósito último en la fase de consolidación, como ya hemos visto, será más cortical.
En este proceso de la memoria de trabajo vemos cómo
se utilizan muchos recursos energéticos atencionales del día a día, y por ello
su capacidad es limitada, de forma que “
tiene un límite”. Son muchas las zonas implicadas y toda esta función consciente requiere información, entre otras de la
memoria sensorial o inmediata, la gestión de la
memoria a corto plazo y la recuperación de
memoria a largo plazo relevante para el tema que la atención consciente requiera, entre las que destaca también el
contexto que incorpora y gestiona el hipocampo.
Un aserto que nos podríamos plantear es si
el hecho de permanecer una información
más tiempo en el consciente, en la memoria de trabajo, se relaciona con su mayor probabilidad de ser “
recordada” a largo plazo, es decir, si esto influye
para pasar de la memoria a corto plazo a una memoria permanente o a largo plazo. Y la respuesta es
NO,
no por estar más tiempo en nuestra consciencia se va a hacer permanente. Dependerá de
factores emocionales, relevancia atencional y motivacional que se le confiera, número de repeticiones y del deseo de recordarlo.
DIFERENTES LOCALIZACIONES: LA AYUDA DESDE LA ENFERMEDAD.
Algo interesante que ayudó a los investigadores a proporcionar su hipótesis de que
existen diferentes componentes y de que se alojen en diferentes sitios fue el
análisis comparado de los resultados de pacientes con
dos enfermedades diferentes: el
síndrome (=sd)
de Williams, con alteraciones en su
cognición, pero con el
aspecto lingüístico conservado, y el
sd de Down, que tanto tiene limitadas sus funciones
cognitivas como lingüísticas, como suele suceder.
Se postulaba que obtendrían
diferentes puntuaciones al practicárseles tests sobre la memoria de trabajo a ambos tipos de pacientes y se vio que:
- Los pacientes con Sd de Williams puntuaban más alto que los de Down en las tareas lingüísticas.
- Los pacientes con Sd Down puntuaban en las tareas visuoespaciales, lo que confirma un sustrato anatómico y funcional diferencial para ambos componentes de la memoria de trabajo.
LA MEMORIA DE TRABAJO EMOCIONAL: UN COMPLEMENTO NECESARIO PARA GESTIONAR LA INFORMACIÓN.
Aunque lo desarrollaremos en otras entradas, existe una diferenciación útil a tener en cuenta en este momento. Se habla de
memoria de trabajo emocional cuando nos referimos a los
componentes emocionales que en todo momento se están sintiendo, tanto como respuesta a estímulos externos como por consecuencia de pensamientos o sensaciones internas, corporales o mentales.
Así como la memoria de trabajo se vincula con el área dorsolateral de los lóbulos prefrontales, en combinación con el cíngulo, la
memoria de trabajo emocional se relaciona más con la región órbitofrontal o región más inferior de los lóbulos prefrontales, los que quedan alojados inmediatamente por
encima de los ojos.
Esta región se ocupa especialmente de
sopesar, armonizar, integrar y potenciar las diferentes atenciones que le prestamos a cómo nos sentimos con toda la información que recibimos. Como no podía ser de otra forma,
tanto la memoria de trabajo emocional como todo el resto de las funciones corticales superiores y memorias sensorial y a largo plazo se coordinan de forma armónica (o eso
se pretende), y todo ello lo lleva a cabo el
LÓBULO PREFRONTAL, áreas del cerebro (dos, una a cada lado)
más evolucionadas en la filogenia de nuestra especie
(parte más reciente del llamado cerebro racional, en la teoría del cerebro triuno o de 3 cerebros de MacLean).
UNA VISIÓN DE CONJUNTO: CREAR LA REALIDAD ES NUESTRO TRABAJO DIARIO.
Una vez analizadas las
memorias inmediata o sensorial y la
memoria a corto plazo, relacionada con la
memoria de trabajo, podemos llegar a
algunas conclusiones interesantes:
- “No todo lo que entra, se queda”. De la ingente cantidad de información que queda en la memoria inmediata, especialmente en la fase inicial (toda la visión, por ejemplo), únicamente una parte quedará registrada aún en la memoria a corto plazo, y de ahí, una parte menor será la que se almacene y consolide en la memoria a largo plazo.
- “Al principio, todo son los sentidos; al final, los filtros emocionales y atencionales deciden”. Esto quiere decir que el filtro último de lo que nos interesa, independientemente de que han sido captados por los sentidos, su integración es cognitivo-emocional, lo que quiere decir que sólo quedará lo que nos interese, o bien porque nos importa y nos afecta emocionalmente, o bien porque nos resulta útil para nuestra vida.
- “Las emociones filtran, ponderan y potencian lo que recordamos”. Todo lo que lleve un sello de afectividad impreso será más fácilmente recordado, especialmente si tiene importancia para la supervivencia. Por lo tanto, en la memoria a largo plazo que veremos, como lo que nos llevamos estudiado a un examen, sería interesante cargarlo de emocionalidad, para recordarlo mejor.
- “Los datos pasan filtros temporales antes de consolidarse”. Como vemos, primero está en la memoria sensorial, luego pasará a la memoria a corto plazo y finalmente permanecerá, una pequeña parte del todo, en la memoria a largo plazo. Sólo lo más relevante pasará a engrosar nuestro acervo archivo que entenderemos como “nuestra vida”.
Conocer cómo gestionamos y almacenamos la información puede ayudarnos a conocernos mejor, a
saber cómo manejar lo que queremos memorizar y cómo integrar
una idea más amplia, más alegre, más amorosa y más compasiva de nuestra existencia, pudiendo así vivir sosegadamente una vida con nosotros mismos, y nuestras experiencias pasadas, y
comprendiendo mejor las vidas y las experiencias de los demás.
Si deseas formarte como COACH para ser un facilitador del cambio que otras personas necesitan en sus vidas:
asturias@escuelaeuropeadelideres.com
SI deseas recibir SESIONES GRATIS por coaches en formación:
dcalvo@escuelaeuropeadelideres.com
Si deseas recibir ayuda en tu situación de vida complicada (afrontamiento, duelo, gestión emocional, gestión del tiempo...):
dhousev@gmail.com (666 908 999).
Autores:
- Dra. Lucía Pérez Suárez (Médico Residente de Psiquiatría en Hospital Universitario Central de Asturias).
- Dr. David Calvo Temprano (Director EEL Asturias, Health Coach & Pratitioner PNL, Radiólogo HUCA).