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LÓBULO PREFRONTAL I: DESDE LA TORRE DE CONTROL
Nuestros sentimientos matizan la realidad para tomar decisiones más adaptativas

Fecha: 24/08/2021

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LO MÁS EVOLUCIONADO Y MÁS VOLUMINOSO DEL CEREBRO AL SERVICIO DE LA ADAPTACIÓN AL MEDIO:
Anatómicamente el lóbulo prefrontal es la parte más anterior y extensa del lóbulo frontal, uno de los cuatro lóbulos del cerebro (además de los lóbulos parietal, temporal y occipital). Se sitúa por delante del área motora, localizada en la parte más posterior del lóbulo frontal en ambos hemisferios cerebrales. Muchas veces se habla de un quinto lóbulo cerebral, el lóbulo de la ínsula, escondida entre el frontal y el temporal.

Evolutivamente este lóbulo es considerado la parte más evolucionada del cerebro dentro de la cortical cerebral. La corteza es la parte superficial del cerebro donde se localiza la sustancia gris, que contiene los somas o cuerpos de las neuronas cerebrales (a lo largo de las famosas circunvoluciones cerebrales).
 

 
En la explicación evolutiva del cerebro humano, la teoría del cerebro triuno, MacLean hizo una estratificación de nuestro cerebro en tres partes:
  1. Cerebro reptiliano: especialmente el tronco cerebral, está vinculado con el comportamiento reflejo y es poco flexible pero eficaz ante amenazas.
  2. Cerebro límbico o emocional: en la región central, está vinculado con los matices que las emociones nos ofrecen de la realidad para adaptarnos mejor a ella.
  3. Cerebro cortical o neocórtex: localizado en el córtex cerebral, en las circunvoluciones de todos los cuatro lóbulos y muy especialmente en el lóbulo frontal, sede de nuestro cerebro más racional, nuestra “personalidad” y sustrato anatómico aceptado para las llamadas funciones cognitivas superiores (del pensar, razonar, cuestionar, decidir…), donde hoy en día ya se consideran las emociones como parte sustancial por la neurociencia.
Se ha demostrado que la preferencia de las fibras también sigue una correlación con las diferentes áreas. El lóbulo prefrontral presenta fibras con inervación dopaminérgica que están relacionadas con el placer y aferencias talámicas que son fibras que traen información del tálamo, región central de la información recibida del exterior.
 
Tanto desde el punto de vista funcional como en cuanto a la estructura histológica de las neuronas alojadas (lo que se conoce como citoestructura, es decir, la morfología vista al microscopio), podemos diferenciar tres regiones en este lóbulo prefrontal, con una sencilla traducción anatómica.

Si imaginamos el lóbulo prefrontal en un corte coronal (=como dado con un cuchillo en el cráneo de una oreja a la otra), podemos diferenciar tres zonas claras en cada hemisferio como si fuera un abanico a medio abrir:
  1. Dorso-Lateral (DL): convexa hacia fuera, sede de las funciones racionales cognitivas superiores.
  2. Ventro-Medial (VM): la parte medial o interna, en proximidad a la ventromedial del hemisferio contrario, sede de la experiencia emocional más procesada y matizada.
  3. Órbito-Frontal (OF): la parte basal, que se apoya en las órbitas, y relacionadas con la memoria de trabajo emocional, es decir, información matizada emocionalmente tanto del presente como de lo que se trae de pasado o adelanta del futuro. Esta información se encuentra altamente procesada, a partir de juicios aprendidos de experiencias pasadas.
DECISIONES SOPESADAS Y MATIZADAS EMOCIONALMENTE, FRENO AMIGDALAR:
En nuestra vida se plantean muchas decisiones que tomamos prácticamente de forma inconsciente. Se acepta que el 95% de las funciones del cuerpo son coordinadas de esta manera inconsciente (digestión, respiración, circulación, preferencias y rechazos emocionales, reflejos de supervivencia), y tan solo un 5% somos conscientes de haber aportado una voluntad en su toma, casi siempre influidos por factores que no podemos controlar.

Parece razonable pensar que la evolución nos proporcione respuestas rápidas, no reflexionadas, automáticas y mecánicas, es decir, estereotipadas ante situaciones que se puedan plantear en nuestro camino y dirigidas a mantenernos con vida. Por ejemplo, ante una amenaza física de un animal salvaje, nuestro cuerpo reacciona de forma instintiva, desde el cerebro más antiguo evolutivamente, el cerebro reptiliano, y toma directamente decisiones “por nosotros” por activación poderosa de ambas amígdalas cerebrales, con vivencia emocional basal de miedo.

Sin embargo, en otras situaciones, no es “rentable” que todas las funciones cerebrales sean secuestradas por nuestras amígdalas, hecho que sucede ante situaciones percibidas como amenazas para nuestra vida. Por ejemplo, cuando un individuo nos grita, podemos sentir miedo e ira, pero no parece adaptativo huir corriendo o conductas agresivas, que son reacciones que fácilmente nos invitarían nuestras amígdalas a tomar.

En estos casos, nos viene bien una gestión más moderna y racional, matizada por la experiencia de que no se sigue de una auténtica amenaza para nuestra vida, y con acciones más elaboradas por información emocional y racionalmente más procesada. Todo esto es lo que hace el lóbulo prefrontal, concretamente en la integración entre las zonas afectivas (VM y OF) y la más cognitiva y ejecutiva (DL).

Traducido a vías nerviosas, podemos hablar de dos circuitos de decisión:
  1. Vía rápida o tálamo-amigdalina: sin pasar por el lóbulo prefrontal, involuntaria, refleja, directamente desde el tálamo a la amígdala (y de ahí, a núcleos ejecutores motores, vegetativos y autonómicos). Ej. reacción automática ante animal salvaje en actitud amenazante.
  2. Vía lenta o tálamo-cortico-amigdalina: con una información altamente procesada que matiza racional y emocionalmente (vía tálamo-cortical) la acción a tomar (vía cortico-amigdalina), basada en la interpretación y ponderación de experiencias previas, y con posibilidad de muchos matices sociales, propia de entornos interpersonales. Ej. gestión de ira ante grito de un jefe.
Es decir, siempre que no se perciba una amenaza (lo cual activaría la vía tálamo-amigdalina rápida), el lóbulo prefrontal tendrá ocasión de procesar matices múltiples para tomar una decisión que integre tanto lo que se percibe, como lo que se siente (emocional, VL y OF) y piensa (racional, DL y cíngulo), además de lo recordado a tal efecto (desde la memoria que se evoca desde el hipocampo, en resonancia emocional con lo que en ese momento se esté sintiendo).

Todo esto supone un proceso muy dinámico, pues el propio LPF (=Lóbulo PreFrontal) aprende y puede llegar a inhibir a la amígdala para que, en una situación dada, aprendida y razonada, en coherencia emocional, pueda decidir una acción desde la confianza, curiosidad y apertura, y no desde el miedo e ira que le incita a sentir la amígdala.

Por lo tanto, la región OF es la que se ocupa de inhibir a la amígdala cuando aprendemos que ante algunos estímulos es más adaptativo que reaccionar con la amígdala.

Adelantar decisiones para ambientes futuros esperables es una función típicamente cognitiva superior (planificación, estrategia, organización) y para ello el LPF maneja muchas informaciones, aunque no siempre nos suponga un beneficio, pues puede gastar mucha energía porque no se cumplan sus expectativas y además podemos sufrir por una ilusión que nuestra propia mente se ha inventado (con un buen fin, pero irreal, en cualquier caso).

CÓMO SABEMOS QUÉ PARTES DEL CEREBRO FUNCIONAN:
Algo interesante es comprender cómo nos podemos acercar a conocer qué partes anatómicas del cerebro están funcionando en acciones tan sutiles como el pensar o el sentir. Hasta hace no tantas décadas esto era impensable, prácticamente ciencia ficción, propio de una novela de Julio Verne. Sin embargo, hoy esto es una realidad (al igual que los viajes a la Luna y los submarinos).

En nuestra práctica clínica habitual delimitamos las áreas del cerebro que se están activando mediante la detección de la activación eléctrica de una zona del cerebro. Esto se usa, por ejemplo, haciendo que el paciente mueva su mano derecha en el quirófano, para saber por dónde debe el cirujano entrar a quitar (resecar) un tumor cerebral, y disminuir las complicaciones. También se pueden hacer estudios de neuroimagen, concretamente con Resonancia Magnética funcional (RMf), para “ver” la energía producida por el cerebro cuando piensa o siente algo concreto.

Este es un tipo de estudio clave en nuestra aproximación científica y rigurosa a cómo funciona nuestro cerebro, pero existen otros métodos, entre los que podemos destacar los siguientes:
  • Reacción electrodérmica (ante estímulos visuales o auditivos).
  • Reacción de parpadeo (ante estímulos agradables, menor parpadeo, o desagradables, mayor parpadeo -como evitando ver).
  • Grado de disociación entre lo que biológicamente se detecta como una sensación del cuerpo y lo que “dice” experimentar emocionalmente el paciente. Así, en un paciente con tendencia psicópata puede verse cómo percibe lo mismo que los demás, pero no experimenta reacciones de miedo, pues se ve más movido por lo que sus instintos buscan, sin inhibición ante reglas sociales.
  • Estudios histológicos de piezas de necropsia en pacientes con enfermedad conocida en vida y de piezas quirúrgicas por resección (=quitar trozos enfermos) de zonas patológicas para curar o aliviar enfermedades o síntomas.
De todos estos estudios se puede convenir una generalización cierta: el LPF participa de forma directa o indirecta, de forma inmediata o mediata, en todos los procesos emocionales y cognitivos llevados a cabo por nuestro cerebro, por lo que supone el CENTRO DE MANDOS Y OPERACIONES, tal y como ya es conocido desde hace mucho tiempo. Pero ¿cómo se especializan sus áreas?

QUÉ HACE NUESTRO LPF: CORE DE LA PERSONALIDAD, RACIONALIDAD Y VIVENCIA Y EXPRESIÓN EMOCIONAL.
  1. Core de la PERSONALIDAD, como “individuos separados y únicos”, tal y como nos autopercibimos generalmente.
  2. Funciones cognitivas superiores principales: razonar, pensar, comprender, programar, organizar, planificar, visión estratégica, relativizar, poner ATENCIÓN.
  3. Vivencia, comprensión y expresión consciente de los sentimientos (que son emociones una vez filtrados por nuestra cognición y con apreciación consciente), así como su modulación cognitiva:
    • interpretación cognitiva de lo emocional (del lenguaje verbal y no verbal).
  4. Modulación de la expresión emocional:
    • Prosodia afectiva fina del lenguaje paraverbal emocional -acento, tono, entonación…
    • Ejecución de la expresión facial (en asociación con la amígdala, clave en el reconocimiento afectivo facial).
Suele considerarse el hemisferio derecho como aquel más implicado en la vivencia y experiencia emocional, aunque también es el que se encarga de la gestión de las emociones típicamente desagradables, siendo el izquierdo el destinado a las de valencia positiva (=agradables).
 

 
 
MEMORIA DE TRABAJO:
Cuando despierto cada mañana he de recordar “quién soy” para ponerme “en funcionamiento” en esto que llamamos vida. Debo recordar dónde estoy, qué “me toca” hacer ese día, que “deseo” seguir unas reglas sociales aprendidas con las que “elijo” levantarme, ducharme, desayunar, ir a trabajar, etc.

Para todo esto debemos tener una memoria que nos recuerde todo lo “necesario” en nuestro día a día, y, en su mayor parte, lo tenemos alojado en nuestras áreas de memoria cuyo máximo representante regulador y rector es el hipocampo, unas estructuras a lo largo de la región más profunda de los lóbulos temporales, que se conectan con el LPF.

Sin duda, además de estos “preciosos” recuerdos habremos de recibir la información PRESENTE de lo que ocurre. Por ejemplo, si se percibe fuego en la casa, seguramente esto alterará mi plan de acción matutino. Y toda esa información sensorial viene de los sentidos en tiempo real, desde el tálamo, o centro rector e integrador principal de toda la información sensorial del exterior y del interior de nuestro cuerpo (por ejemplo, la posición corporal).

Pero, además, habremos de elegir cómo priorizar: qué voy a hacer primero y qué haré después. Si hay fuego, mi LPF quizás ni se active, pues ante una amenaza, la propia amígdala secuestra las funciones cerebrales superiores y toma el mando. Pero si me grita alguien: “!Levántate que llegas tarde!, igual puedo filtrar corticalmente si deseo seguir este “mandato” exterior o seguir durmiendo en la cama.

Toda esta información, y mucha más, lo ha de centralizar el cerebro y poner a la mente a priorizar y organizar (o la mente al cerebro… ¿quién sabe?), y se considera que es el LPF, en conjunción con el cingulado (parte de la región más inferior del área VM), quien toma todas estas decisiones y hace algo fundamental: DECIDE a qué le presta NUESTRA ATENCIÓN y a qué no, qué pone en primer plano y qué ha de esperar su turno, en la bandeja de entrada, o incluso directamente se envía a la papelera mental.

Y es que tradicionalmente se utiliza la metáfora del ordenador, donde nuestra memoria de trabajo sería como la MEMORIA RAM, activa en tiempo real, pero a la que vienen informaciones de experiencias pasadas.

Así vemos que, ante todo, estamos SIEMPRE ELIGIENDO -lo sepamos o no- qué ponemos en nuestra memoria de trabajo, y para ello los matices emocionales son de gran utilidad, porque -como veremos en el siguiente artículo-, la memoria de trabajo emocional nos proporciona la información adecuada sobre qué nos parece lo que nos pasa, lo que nos pasó y cómo lo integramos AHORA en nuestra vivencia real.

En cada momento estamos creando un escenario nuevo; en cada momento estamos viviendo ese momento; y también en cada momento que no estamos atentos a lo que ahora toca, puede pasar de largo la vida presente sin tocarnos vivirla de forma consciente.

Poner atención a lo que tus emociones te indican que te gusta puede ser una grata manera de vivir la vida. Y para eso podemos entrenar nuestro lóbulo prefrontal (LPF).

Siente y comprende tus emociones y dale las directrices adecuadas al cerebro más racional y decisor, al más evolucionado en la ejecución, pero ciego en el sentimiento si no lo integra: tu lóbulo prefrontal.

 
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Autores:
  1. Dr. Eduardo Murias Quintana:
    • Neurorradiología intervencionista en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).
    • Profesor de Medicina de la Universidad de Oviedo. 
    • Experto Universitario en Tratamiento Endovascular del Ictus isquémico y hemorrágico.
    • Máster en Imagen Diagnóstica Avanzada y Tratamiento Radiológico.
    • Médico Especialista en Radiología y Neurorradiología intervencionista.
  2. Dr. David Calvo Temprano (Director EEL Asturias, Médico Radiólogo HUCA, Profesor Uniovi, Coach y Practitioner PNL certificado por AICM).

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