Todo medicamento consta de
principio activo (o
fármaco) y
excipientes.
El cuerpo humano
no puede absorber fácilmente una sustancia activa (=
principio activo), por lo que debe existir un “
vehículo” (=
excipiente) que transporte dicha sustancia para que actúe en su lugar de acción y de la forma correcta, después de ser administrada (en su
forma y por su
vía de administración respectivas). Este excipiente es, por definición, una
sustancia INACTIVA desde el punto de vista terapéutico (no es “fármaco”), ya que no es la acción farmacológica el objeto de su misión, si no,
ayudar a que el componente que sí tiene esta misión, el fármaco, llegue de forma adecuada a su lugar de acción.
“ME TOMO UNA PASTILLA”:
- Se traga con ayuda de algún líquido, llega al estómago donde puede disolverse o no, dependiendo del fin del fármaco en cuestión.
- Continúa hasta llegar al intestino, que es el encargado de absorber nutrientes, y por lo tanto también puede absorber fármacos.
- Una vez en el torrente sanguíneo, el principio activo se va a distribuir por todo el cuerpo.
- Finalmente, se va a unir a unas proteínas denominadas RECEPTORES, que están situados (frecuentemente) en la membrana de la células.
- Cada uno de estos receptores activa una o varias funciones en cada célula.
- El fármaco puede actuar de dos formas:
- estimulando los receptores para que se activen, o
- bloquearlos para que se detenga una función de la célula.
Autores:
- Claudia Cristóbal Alonso (Licenciada en Química; Máster en Gestión y Desarrollo de la Industria Alimentaria; Máster en Gestión en la Calidad en las Organizaciones).
- David Calvo Temprano (Autor de libro "Farmacología"; Médico Radiólogo; Doctor en Medicina y Profesor Universitario).